Hoy te vi en mi espejo, tenías los cachetes color flor-de-Jacarandá, los ojos brillantes como previos a un llanto que al final no pasó. Presté atención y te conté las pequitas marrones que llevas alrededor de las pupilas, sobre tu fondo verde-pozo-de-los-deseos. Siempre me gustó esa paleta de colores. Como habías estado tomando vino, los labios te quedaron violetas. Se ve que sabías que te observaba porque me sonreíste, me sacaste la lengua y vi que también la llevabas teñida de uvas. Tus ganas de hacer morisquetas me aliviaron. Pensé que, allí donde estuvieras, la debes estar pasando bien. Ojala el futuro sea todo lo que imagino, se que te dije. Me guiñaste un ojo y, con ese gesto, el corazón se me llenó de planes. Quise ver más profundo, saber si esas pequitas llevan impresos todos los lugares en los que te dejaste ver. Supongo que no tendría gracia saberlo de antemano, aunque sí espero encontrar en cada linea que atraviesa la pulpa de tus labios, un beso diferente, de distintos amores. Yo, que siempre aposté al corazón, espero que hayas cosechado el fruto de mis lágrimas y de mis jaquecas, que hayas bailado bajo la tormenta y cantado cada noche en cada ducha, que hayas tocado con tus manos mil texturas y que el ruido de los cinco océanos forme parte permanente del playón de tus orejas. Espero que encontraras la forma de subirte a esa estrella que siempre tuvimos por delante y, cabalgando en el cielo de tus sueños, hayas podido, por fin, dormir una noche entera sin temblar.
A mi Yo futuro:

Publicado por Natalia Amendolaro
Buenos Aires, Argentina. 1990 Lectora voraz. Escritora de servilletas. Periodista cultural. Autora del blog Escriarte y del libro "Resultó que éramos libres" Colabora en la revista Liberoamerica, Sonámbula y el portal de noticias Realidad Sanmartinense. En la búsqueda permanente de nuevas formas de unir arte con palabras. Ver más entradas
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